martes, 16 de octubre de 2018

Socialmente aislados



Es un hecho que la forma de comunicarnos está cambiando. En la actualidad podemos conectar con cualquier persona desde cualquier parte del mundo con un solo clic. Pero ¿es cierto que las redes sociales nos alejan de nuestro entorno más cercano?

                Gracias a las redes sociales, hoy en día estamos en contacto con familiares y amigos con los que nos sería imposible de otra manera. Las redes sociales no solo comunican amigos, sino que podemos decir que también los crean. Por medio de las redes podemos conocer a personas de diferentes partes del mundo con nuestros mismos gustos y aficiones, ya vivan cerca o no de nosotros, y todo ello sin tener que salir de nuestras casas. Este hecho parece algo aparentemente sin importancia, pero para algunas personas les supone salir del aislamiento social al que están sometidos en su día a día.

                También es cierto que las redes sociales son de gran ayuda para las personas que sufren algún tipo de problema físico, ya sea temporal (como puede ser que una persona se haya roto una pierna, y tenga que estar varias semanas en reposo y sin poder salir de casa) o de manera más permanente (como puede ser el caso de una persona con algún tipo de discapacidad). Para ellas, las redes son una de sus pocas formas de estar en contacto con el mundo exterior, y también su vía de escape.

                Las redes sociales nos facilitan el estar informados de cualquier hecho que esté sucediendo en cualquier lugar del mundo. Esto es útil no sólo para estar informado de la actualidad de nuestro planeta sino también para saber lo que sucede en nuestro propio país o ciudad. Por un lado, para una persona que viaje mucho, le es de gran ayuda para comprobar si hay algún retraso en su vuelo, poder pedir el taxi que le lleve al hotel donde se va a alojar y hasta a la hora de hacer la maleta, para saber qué tipo de ropa debe llevar dependiendo de la ciudad a la que vaya. Por otro, es la forma más rápida y eficaz que tenemos de estar al tanto de toda actualidad social y política de nuestro país.

                Estas redes también son de gran utilidad a la hora de mantener el contacto con familiares y amigos que viven en una ciudad diferente a la nuestra. Hace unos años, si querías tener noticias de ellos tenía que ser bien por correo postal o bien mediante una llamada telefónica a precio de oro. El correo postal podía llegar a tardar semanas, y la llamada era algo que solo podía suceder de manera eventual, ya que te podía llegar a costar una gran cantidad de dinero si se hacía a un país extranjero. Hoy en día cualquiera de las dos opciones es impensable, ya que el contacto es mucho más fácil.

                Tampoco debemos olvidarnos de las relaciones de pareja. Hay parejas que por diferentes circunstancias se ven obligados a vivir separados durante un tiempo. Las redes sociales en este caso les ayudan a sentirse más cerca el uno del otro y sobrellevar de mejor manera el hecho de tener que vivir separados, ya que esto puede llegar a ser muy duro y deteriorar o incluso romper la relación.


                Pero no todo lo relacionado con las nuevas tecnologías y las redes sociales es positivo. Estas nos aíslan del mundo real incluso sin darnos cuenta. Cada día es más común ver grupos de jóvenes juntos que no levantan la mirada de sus smartphones. Esta necesidad de estar permanentemente conectados está creando problemas reales de salud, como el FoMO, la necesidad de estar siempre conectados y saber lo que sucede. Ese miedo a la desinformación crea un nivel muy alto de ansiedad y dependencia que les hace vivir con un miedo real constante a perderse lo que está pasando en cada momento.

Se ha demostrado que nuestros smartphones también tienen efectos negativos en las conversaciones con los demás debido a que cuando tenemos el teléfono cerca, la conversación termina perdiendo calidad. Esto sucede porque en algún momento de la conversación alguno de los participantes pierde la atención sobre lo que habla y se habla en ésta, y todo por estar mirando una pantalla. Su atención se desvía y la conversación se vuelve trivial para todos.

Este aislamiento social afecta incluso al núcleo familiar. Cada vez es más común que los hijos adolescentes y preadolescentes que usan sus smartphones sin “control” se pasen el día enganchados a la pantalla sin prestar ninguna atención a sus padres y/o hermanos. Este problema no afecta solamente a los hijos, ya que hay padres que siempre tienen un correo que responder o una llamada que atender y no tienen tiempo para su pareja e hijos, o incluso puede ser un problema entre ambos padres, llegando a perder toda comunicación entre ellos.



Por tanto, ¿hasta qué punto nos socializan las redes sociales?  El aislamiento que generan ¿es cada vez más común o son hechos puntuales? El vídeo de a continuación ¿crees que refleja nuestra realidad actual? Después de leer este post ¿te sientes socializado o aislado? Os leo 😊 .






sábado, 6 de octubre de 2018

Caperucita Roja




Érase una vez una niña que era muy querida por su abuelita, a la que visitaba con frecuencia aunque vivía al otro lado del bosque. Su madre que sabía coser muy bien le había hecha una bonita caperuza roja que la niña nunca se quitaba, por lo que todos la llamaban Caperucita roja.

Una tarde la madre la mandó a casa de la abuelita que se encontraba muy enferma, para que le llevara unos pasteles recién horneados, una cesta de pan y mantequilla.

– “Caperucita anda a ver cómo sigue tu abuelita y llévale esta cesta que le he preparado”, –le dijo. Además le advirtió: –“No te apartes del camino ni hables con extraños, que puede ser peligroso”.




Caperucita que siempre era obediente asintió y le contestó a su mamá: – “No te preocupes que tendré cuidado”. Tomó la cesta, se despidió cariñosamente y emprendió el camino hacia casa de su abuelita, cantando y bailando como acostumbraba.

No había llegado demasiado lejos cuando se encontró con un lobo que le preguntó: – “Caperucita, caperucita ¿a dónde vas con tantas prisas?”

Caperucita lo miró y pensó en lo que le había pedido su mamá antes de salir, pero como no sintió temor alguno le contestó sin recelo. – “A casa de mi abuelita, que está muy enfermita”.

A lo que el lobo replicó: – “¿Y d ó nde vive tu abuelita?”.

– “Más allá de donde termina el bosque, en un claro rodeado de grandes robles”. – Respondió Caperucita sin sospechar que ya el lobo se deleitaba pensando en lo bien que sabría.

El lobo que ya había decidido comerse a Caperucita, pensó que era mejor si primero tomaba a la abuelita como aperitivo. – “No debe estar tan jugosa y tierna, pero igual servirá”, – se dijo mientras ideaba un plan.

Mientras acompañaba a esta por el camino, astutamente le sugirió: – “¿Sabes qué haría realmente feliz a tu abuelita? Si les llevas algunas de las flores que crecen en el bosque”.

Caperucita también pensó que era una buena idea, pero recordó nuevamente las palabras de su mamá. – “Es que mi mamá me dijo que no me apartara del camino”. A lo que el lobo le contestó: – “¿Ves ese camino que está a lo lejos? Es un atajo con el que llegarás más rápido a casa de tu abuelita”.

Sin imaginar que el lobo la había engañado, esta aceptó y se despidió de él. El lobo sin perder tiempo alguno se dirigió a la casa de la abuela, a la que engañó haciéndole creer que era su nieta Caperucita. Luego de devorar a la abuela se puso su gorro, su camisón y se metió en la cama a esperar a que llegase el plato principal de su comida.

A los pocos minutos llegó Caperucita roja, quien alegremente llamó a la puerta y al ver que nadie respondía entró. La niña se acercó lentamente a la cama, donde se encontraba tumbada su abuelita con un aspecto irreconocible.

– “Abuelita, que ojos más grandes tienes”, – dijo con extrañeza.

– “Son para verte mejor”, – dijo el lobo imitando con mucho esfuerzo la voz de la abuelita.

– “Abuelita, pero que orejas tan grandes tienes” – dijo Caperucita aún sin entender por qué su abuela lucía tan cambiada.

– “Son para oírte mejor”, – volvió a decir el lobo.

– “Y que boca tan grande tienes”.

– “Para comerte mejooooooooor”, – chilló el lobo que diciendo esto se abalanzó sobre Caperucita, a quien se comió de un solo bocado, igual que había hecho antes con la abuelita.

En el momento en que esto sucedía pasaba un cazador cerca de allí, que oyó lo que parecía ser el grito de una niña pequeña. Le tomó algunos minutos llegar hasta la cabaña, en la que para su sorpresa encontró al lobo durmiendo una siesta, con la panza enorme de lo harto que estaba.

El cazador dudó si disparar al malvado lobo con su escopeta, pero luego pensó que era mejor usar su cuchillo de caza y abrir su panza, para ver a quién se había comido el bribón. Y así fue como con tan solo dos cortes logró sacar a Caperucita y a su abuelita, quienes aún estaban vivas en el interior del lobo.

Entre todos decidieron darle un escarmiento al lobo, por lo que le llenaron la barriga de piedras y luego la volvieron a coser. Al despertarse este sintió una terrible sed y lo que pensó que había sido una mala digestión. Con mucho trabajo llegó al arroyo más cercano y cuando se acercó a la orilla, se tambaleó y cayó al agua, donde se ahogó por el peso de las piedras.

Caperucita roja aprendió la lección y pidió perdón a su madre por desobedecerla. En lo adelante nunca más volvería a conversar con extraños o a entretenerse en el bosque.